Si a alguien le dicen que nada en el mundo es lo que parece:que las ideologías y los enfrentamientos bélicos; lo que lee en los grandes medios de prensa mundiales; las grandes decisiones políticas y económicas; los movimientos financieros y de armas; de tropas y de la Bolsa mundial; los precios del oro y el petróleo; y la aparición de virus mortales que arrasan con poblaciones enteras, entre muchas otras cosas más, es todo digitado, controlado y observado por un selecto grupo de pocas personas, puede llegar a esbozar una sonrisa socarrona y pensar que su interlocutor no está en sus cabales o es gran consumidor de películas de ciencia-ficción.
Sin embargo, aunque ello no trascienda a la opinión pública, esos hechos y muchos otros, que parecerían obra de la imaginación, son reales, tanto como lo es la existencia de ese selecto grupo de personas. Un grupo que desde 1954 viene reuniéndose cada año y durante cuatro días en un país distinto –siempre en Europa o América del Norte-, ocupando exclusivamente un hotel de lujo, para lo cual sus huéspedes han sido convenientemente desalojados. Un lugar que en esos cuatro días permanece cerrado a la vista de los curiosos, de los fotógrafos y de la prensa, que nunca tiene acceso a lo que sería una noticia espectacular dado el origen, funciones y categoría de quienes acuden a ese encuentro, protegido además por una mezcla de cientos de policías con perros, militares y agentes de servicios secretos, entre ellos la CIA. Múltiple protección externa para el más absoluto secreto de lo que se trata puertas adentro del lugar elegido para ese encuentro anual. Protección que incluye el maltrato físico y el arresto para aquel periodista o fotógrafo que se atreva a acercarse por sorpresa, o que pretenda “asaltar” a una de las figuras que eventualmente salga caminando de allí, ya que por lo general llegan y se van en automóviles con vidrios polarizados que en un costado de sus parabrisas llevan la letra “B”.
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