jueves, 13 de octubre de 2011

Dorribo declaro al juez que su socio pagó parte de la casa de José Blanco


El empresario imputado dijo a la juez que su socio José Antonio Orozco le confesó que le pagó parte de la casa y éste a su vez le ayudó en sus negocios.


EL GOBIERNO OCULTA LA TASA DE SUICIDIOS EN ESPAÑA

Ante tanta noticia desoladora se me ocurre otra de naturaleza contrapuesta: por qué no dejamos de apostar por la muerte y apostamos por la vida. ¿Por qué no dejan ya de hacer hincapié en la muerte y lo hacemos por la aventura irrepetible de crecer? No les basta, señores jacobinos, con llegar a un aborto cada cinco embarazos. La ley de eutanasia se ha quedado en puertas, a la espera de segundas o terceras partes, pues no lo duden como en las peores series de cine B, al final el monstruo siempre vuelve, acaso más crecido y soberbio que antes. Si se van ahora -que está por ver-volverán en una nueva deformación de la Ley del Eterno Retorno (…..). Así hasta que no quede nada, con el viejo lema de su fundador: “viva la dinamita”. No nombro a nadie pero no puedo hablar más claro.

Pues bien, los suicidios en España van aumentando año tras año y es ya la primera causa de muerte juvenil.De hecho ya superan a los muertos por accidentes de tráfico. En el 2008 fallecieron 3421 personas por suicidio y 3021 por accidente de tráfico. Más o menos, nueve personas se suicidan al día en nuestras queridas Españas. Pero por cada una que se suicida hay unas 50 que lo intentan con mayor o menor fortuna. Y por cada una que se suicida hay unas 500 que acuden a urgencias por problemas de ansiedad, por problemas psicosomáticos (aquellos que dicen que les duele el pecho al respirar y lo que les duele es el alma de soportar tanta presión y tanta iniquidad). Y hay más. Están los suicidas de golpe, con decisiones que tienen fecha y hora y los que se suicidan por partes, a plazos, ingiriendo masivamente alcohol, desoyendo los consejos de sus médicos hasta acabar en el accidente cerebrovascular, la falta de riego cerebral y al final la demencia. Y esos, créanme son muchos más que los 3421 de que hablamos. También podemos hablar de los suicidos de adolescentes y de los infantiles. Piensen en el drama de una persona joven, con toda la vida por delante, que decide que es mejor no disfrutarla porque no hay nada que disfrutar.

Si todavía no tienen suficiente horror con estas palabras, añadiré otras más. Hasta el año 2007 era fácil encontrar estadísticas de suicidio. Bastaba acudir a los “Boletines de Suicidio” del INE. Desde ese año se suprimieron y hay que buscar los datos en los datos generales de defunción. No quieren que ustedes los conozcan. Quieren que esos datos queden ocultos entre una maraña de estadísticas de menor importancia. En definitiva, más de lo mismo: hay que “mimetizar” la verdad.

España se destruye a si misma en su deshumanización liberal y post marxista, entre los odios reavivados, el amor al materialismo, la mentira, la destrucción de la familia...No podemos permitir más que se repita la imagen del genial cuadro de velásquez, en el que Saturno se come a sus hijos.

La iglesia, siempre fiel a nuestro Cristo, nunca gustó de los suicidas. Hasta hubo una época en la que no se enterraban en “camposanto”. Hoy, visto lo visto, es igualmente condenable, porque estamos aquí para dejarnos la piel para luchar por la verdad, por la justicia y no vale tirar la toalla, pero hay una actitud de mayor comprensión; será porque a veces es difícil mantenerse firme ante fuerzas destructivas (autodestructivas) tan descomunales y arbitrarias. Por eso se les mira con mayor compasión y que ellos mismos “arreglen sus cuentas con el Altísimo y Todopoderoso”.

Pero también nos da una solución: entender la realidad como es y, a partir de aquí aceptarla con la mayor humildad y dureza, sabiendo que los “señoritingos” que nos gobiernan sedientos de poder, nos han puesto en el nivel más bajo, en el cero absoluto, rodeados de miseria y de falsos deseos de dudoso placer. Sólo en esa creencia podremos comenzar de nuevo el camino para que otra vuelta de espiral nunca más vuelva a producirse y seamos capaces de decirles “adiós” para ahora y para siempre. Esperemos que los que vienen detrás no nos hagan decir como en el infierno de Dante: “los que entréis aquí, abandonad toda esperanza”. Visto (aunque queda mucho por decir).